Un paseo por Zumacares
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Zumacares —Andújar— Foto: J.C.G. (Ideal.es) |
Rhus coriaria —etimológicamente, cuero rojo—, conocido popularmente con los nombres de rus y de zumaque, es un arbusto que, con un porte de entre uno y tres metros, da nombre a esta finca pública. A ella se accede a través de un carril de unos 400 metros de longitud que nace a la derecha (dirección al santuario), en el Kilómetro 10.8 de la carretera A-6177, que une Andújar (Jaén) con el Santuario de la Virgen de la Cabeza.
El zumaque, con hermosas flores amarillas en forma de ramilletes y bayas rojizas arracimadas, ricas en taninos, se da en diversas zonas de España, silvestre y también cultivado. Se ha utilizado tradicionalmente como pigmento e ingrediente de cocina (acidulante), así como para el encurtido de pieles. De hecho, zumacar significa <<adobar las pieles con zumaque>>.
Desconozco si el topónimo procede de la presencia de este arbusto, que hoy se sigue cultivando en algunos puntos de la costa andaluza, o bien de su uso en este lugar por parte de alguna antigua tenería para la preparación de las pieles procedentes de la caza mayor, dado que el encurtido y la taxidermia han tenido desde siempre presencia en Andújar, y la siguen teniendo.
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Fruto del zumaque |
Mi paseo da comienzo en Viña Concepción. En coche tomo la A-6177 dirección Andújar hasta alcanzar, tras dos kilómetros y medio, el carril que conduce a la casa forestal de Zumacares. También puede hacerse este tramo a pie o en bici a través de un camino que nace frente al Centro de Visitantes, tomando a doscientos cincuenta metros la vereda a la derecha junto a una casa. Esta desemboca en el punto kilométrico 11.3 de la A-6177.
La finca perteneció al antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) del Ministerio de Agricultura. Llevo bastón, pantalón largo, sombrero y botas de campo. Agua y prismáticos no faltan en mi mochila para esta mañana de primeros de septiembre que empieza a anunciar el otoño, pues, aunque el sol, ya más bajo, aún sigue bravo, oigo, para mi sorpresa, el bramido ocasional de algún impaciente ciervo primerizo en el que apunta ya la implacable ley del celo propio de las primeras lluvias.
Recuerdo que una de las escasas salidas de mi grupo colegial con mi maestro, don Francisco Criado Sola, tuvo como destino este hermoso paraje. Un técnico forestal llevó a cabo un taller de educación ambiental con nosotros en aquellos lejanos años 70. No había vuelto aquí desde entonces y me encuentro con la grata sorpresa del buen estado tanto del monte como de las instalaciones, hoy en desuso y en manos del Ayuntamiento de Andújar.
Junto al viejo cortijo, correctamente rehabilitado (un amplio edificio con tres cuerpos en forma de U), dejo el coche para realizar a pie una ruta circular de 2.2 kilómetros con fuertes desniveles. Hay que tomar la senda que bordea la casa por la derecha y, a 300 metros, tras atravesar un pequeño grupo de pinos canarios, seguimos la vereda que sale a la izquierda. Este sendero se inicia con una empinada pendiente de unos 165 metros, que desemboca en un cortafuegos. Desde aquí las vistas del valle del Guadalquivir son magníficas. Luego, hay que caminar por el cortafuegos en dirección oeste durante unos 700 metros hasta un estrecho camino que sale a la izquierda, bajar la cuesta y seguirlo hasta llegar de nuevo al cortijo. Otra opción es seguir el cortafuegos hasta conectar con el carril que nos ha traído desde la A-6177, para completar el circuito. En esta segunda opción, el recorrido circular se prolonga algo más (unos 2.4 kilómetros en total), y nos encontramos con algún descenso de acusada pendiente que incrementa la dificultad del mismo y hace imprescindible llevar un calzado que ofrezca buena adherencia y un bastón.
Desde la casa, cruzando el cauce del arroyo Martín Malillo, un ancho camino de unos tres kilómetros de longitud nos conduce a la carretera de la Parrilla (JV-5012). Tras los primeros doscientos metros, hay que tomar el ramal de la izquierda, que se inicia con un descenso de fuerte desnivel. El camino viene a morir en dicha carretera, en el punto conocido como Pino Gordo. Todo él discurre parejo al cauce de este arroyo, afluente del Guadalquivir. Es el siguiente en verter sus aguas en la margen derecha del gran río andaluz, tras hacerlo su hermano, el arroyo Escobar.
La carretera de la Parrilla conecta, a seis kilómetros, con la del Santuario en el cruce donde se ubicaba la antigua tienda de Elvira. De manera que, desde este cruce, podemos hacer un recorrido circular de unos 13 kilómetros pasando por la finca de Zumacares.
Es muy importante que paseantes y ciclistas nos atengamos escrupulosamente a las vías marcadas, pues la apertura constante de nuevos senderos acaba por deteriorar severamente el medio.
El lugar, rodeado por un cortafuegos perimetral bien mantenido, me parece un ejemplo de buena gestión de monte público. En sus 50 hectáreas encontramos un bosque de añosos pinos piñoneros y encinas con un sotobosque en el que abundan la jara negra y la blanca, junto a la retama, el cantueso y numerosas esparragueras blancas. Esta mata está ahora en proceso de floración (MÁS INFORMACIÓN BOTÁNICA EN BIODIVERSIDAD COSTA GRANADINA). Sus delicadas flores blancas de seis tépalos unidos en la base cubren con profusión sus espinosos tallos, casi desnudos ahora de hojas, y exhalan una delicada fragancia que me recuerda al azahar y me acompaña durante todo el paseo en esta fresca mañana.
La finca se somete con frecuencia a trabajos de desbroce y aclarado del bosque. En las inmediaciones, observo un rebaño de ovejas. Seguramente ellas también colaboran en las labores de limpieza. La casa forestal, que, tal vez, podría utilizarse como granja-escuela para los colegios de la comarca, cuenta con un pilón para abrevadero de animales y una charca para aves.
Es este un espacio de frontera entre Sierra Morena y la ribera alta del Guadalquivir. Esto le da un encanto especial a la finca, tanto por el contraste entre las últimas manchas de bosque y el paisaje cultivado sembrado de olivos, como por el abrupto desnivel, que convierte la finca en un extraordinario otero. Desde sus 484 metros de cota máxima, contemplamos una bellísima vista de la vega con numerosos núcleos de población diseminados: Villanueva de la Reina, Jaén, Mancha Real, Jabalquinto, Bailén, Linares... La figura triangular de la Peña de Martos emerge en el sur, en el ángulo más extremo a la derecha. Hacia el este, las lejanas estribaciones de Cazorla. Y entre ambas, las sierras de Jaén y Mágina, asomadas todas ellas al sereno mar de olivos, del que percibimos los lejanos ecos de las perpetuas labores de quienes se afanan en su cuidado, acompañados de brumas de polvareda que nos permiten localizarlos en el vasto tapiz de este hermoso lienzo. Con mis prismáticos diviso el paso de algunas aves: los coloridos abejarucos y los hoy omnipresentes rabilargos, mas también una pareja de buitres negros y alguna perdiz. Entre los pinos, se oyen los agudos gemidos de un águila culebrera.
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