Patrimonio arqueológico



PEÑALLANA: PRIMEROS POBLADORES
 En Peñallana, extenso paraje donde se ubica la parcela de Viña Concepción, hay restos arqueológicos que nos dan noticia de los primeros pobladores de esta serranía: megalitos rituales de entre cinco y seis mil años de antigüedad (Neolítico), y sepulturas de la Edad del Bronce; más concretamente, de la cultura del Algar[1] (entre 1800 y 1500 años a. de C.).
Estas huellas del pasado remoto son también frecuentes en otros lugares de la Sierra de Andújar, como La Alcaparrosa, La Centenera, Los Escoriales o Cabezaparda.
 Comencemos por el Algar, cuando pequeños grupos familiares, dedicados a la minería y al pastoreo, se asientan en estos parajes donde hubo minas de cobre –alguna en explotación hasta hace pocos años-.  Son frecuentes los pequeños grupos de sepulturas (entre dos y cinco) excavadas en grandes bloques graníticos. Este tipo de enterramientos pertenecían a familias que los usaron a lo largo de varias generaciones. Durante esta época, el rito funerario dejó de ser colectivo y se convirtió en individual con sepulturas de inhumación en cistas o en cajas de piedra (como las que aparecen en las imágenes) o bien en grandes vasijas o tinajas, que a menudo se hallan en el subsuelo de sus propias viviendas –como sucede en el yacimiento de Castellón Alto, en Galera (Granada)-.

Suelen estar orientados hacia el mediodía, y pueden poseer forma trapezoidal, con una clara distinción entre la cabecera –más ancha- y los pies; o bien  antropomorfa, con la silueta del cuerpo claramente dibujada. 
Algunas tienen un pequeño orificio en su parte derecha, que estaba destinado a ofrendas o a la realización de libaciones. En él vertían vino, aceite, miel o leche con fines rituales.
También encontramos megalitos, grandes rocas de más de una tonelada talladas con un fin simbólico y ritual, y que, a veces, contienen grabados –no parece ser el caso-. Su antigüedad es mayor que la de los enterramientos y se sitúa en el cuarto milenio antes de Cristo. Estas formaciones son frecuentes en todo el sur de la Península (especialmente en el Alentejo), y constituyen el  resultado de la sedentarización de los grupos humanos en zonas ricas en agua. 
Así, en dirección noroeste encontramos tres grandes rocas, dispuestas en línea. La más alejada de la casa (a ochenta metros en dirección norte) está apoyada sobre una plataforma de granito ligeramente elevada. Su forma evoca un corazón:  no en vano nuestro padre la bautizó hace muchos años como “Piedra de los corazones”. Erigida hacia la salida del sol, se ubica en un cerrete asomado al valle del arroyo de La Parrilla. En su parte superior, posee un hueco ritual por lo que se trataría de un ara. Si, desde este punto, nos dirigimos hacia el oeste, nos encontramos con dos megalitos más, ambos con formas caprichosas y evocadoras. Entre ellos hay una separación de unos cuarenta metros.  El último, ya en la explanada noroeste de la casa, presenta una forma ovalada más regular. En su lateral, observamos una prominencia entre dos huecos. Hace años, en una remodelación del terreno, fue desplazada unos quince metros hacia el oeste, y seguramente, en su emplazamiento original, estaba erguida. En la misma meseta, hay otro conjunto interesante: una roca de pequeñas dimensiones con forma de prisma apoyado sobre una plataforma granítica circular. 
Los tres megalitos se alinean en dirección este-oeste: el extremo principal orientado hacia la salida del sol y el otro hacia el ocaso. Mucho tienen de mágico dólmenes, menhires y recintos megalíticos, y mucha relación también con los ciclos solares, la luna y las constelaciones. Sin saberlo, visitamos con curiosidad lugares donde ocurren fenómenos que condicionaron la vida espiritual de estos seres humanos, fenómenos "mágicos" relacionados con el movimiento de las estrellas, los ciclos lunares, los amaneceres y puestas de sol, o el magnetismo de la tierra; fenómenos naturales a los que, tal vez, eran más sensibles que nosotros. No parece existir mejor escenario para observar las estrellas que un lugar con megalitos como este[2].
Durante nuestra niñez, estos fueron objetos frecuentes de nuestros juegos, y, tal vez, lo que llamábamos las ‘torres de control’ (una situada a unos doscientos metros de la casa en dirección noroeste, y otra a una distancia similar en dirección suroeste), son también construcciones megalíticas rituales. De eso hablaremos en otra ocasión.





[1] En la Edad del Bronce, la cultura de El Algar (Almería) se constituye en un potente foco de irradiación de la metalurgia. A partir de su sede almeriense, se extendió por otras provincias, llegando por el cauce del Guadiana Menor, a tierras jiennenses. Eran grandes prospectores de metales, sobre todo del cobre. (J.Cruz Utrerra, Arqueología de Andújar, 1990).
[2] http://ciudad-dormida.blogspot.com.es/2016/01/dolmenes-y-menhires-del-alentejo-un.html

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